A la Cueva del Gato por los Llanos de Líbar

          Para la tercera salida de senderismo que llevamos a cabo este año con la asociación comenzamos nuestro periplo en la localidad malagueña de Cortes de la Frontera. Desde aquí empezamos a ascender las 5 personas que llevamos a cabo la aventura, impresionados desde el primer momento por el recibimiento que nos hacían los almendros en flor en pleno mes de enero. Recuerdo esta subida como algo agradable porque fue el momento en que íbamos conociéndonos, tomando confianza, a ratos en silencio y con la cabeza gacha mirando la calzada romana que estaba bajo nuestros pies y que irremediablemente te lleva a pensar en la cantidad de caminantes que la habrán recorrido en una y otra dirección y en el silencio que guardan esas rocas allí puestas hace miles de años. La subida culminó en un cruce de caminos que corona la montaña y que es parada obligada de pastores y senderistas como lo demuestran las huellas de vivaques y fuegos hechos en él. Aquí hicimos nuestra primera parada y cogimos fuerzas para culminar la ruta preparada para el primer día para la que quedaba poco trecho, eso sí, con un paisaje kárstico totalmente cambiado al de la ascensión. Fue el momento donde nos dimos cuenta que ya no contábamos más que con la montaña, con lo que eso conlleva de frío, cansancio, bienestar, supervivencia… Fue a la entrada de los llanos donde terminamos nuestra primera etapa, una vez montado campamento y cambiada la ropa de la jornada cenamos y en una larga sobremesa estuvimos aprendiendo cuáles eran las constelaciones que nos rodeaban bajo el imponente manto de estrellas que nos cubría.

        Llegada a Montejaque  Por la mañana nos levantamos todos aquejados por el frío, pues durante la noche la temperatura a los mil metros en que estábamos había bajado notablemente, así que el desayuno fue especialmente reparador. Una vez que comenzamos la marcha nos sorprendió la sencillez y belleza de esa meseta en una montaña. La etapa por Los Llanos fue tranquila y apacible, simplemente nos dedicamos a disfrutar del paisaje y de la vegetación. Antes de comenzar el descenso decidimos comer en un recodo del camino a la sombra de una encina y descansar un buen rato para afrontar el trecho que quedaba hasta Montejaque, destino de nuestra siguiente parada. Señalar que antes de llegar a la localidad tuvimos la suerte de ver varios buitres que volaban en el cielo en busca de algo que llevarse al pico. 

Entrada cueva del Hundidero          El domingo amaneció con una capa de escarcha que cubría todo lo que nuestros ojos alcanzaban a ver desde la privilegiada situación que teníamos, y después de recoger nos dirigimos hacia la entrada de la Cueva del Hundidero. A pesar que solamente pudimos recorrer unos cientos de metros a través de ella, todos tuvimos la sensación de que solamente por estar en ese lugar había merecido la pena el viaje. La cueva tiene una entrada imponente con una cúpula enorme de que se va cubriendo de oscuridad a medida que avanzas hacia el interior de la misma. Como íbamos sin equipo solamente nos adentramos unos pocos metros, pero los suficientes para darnos cuenta que estábamos en un lugar especial que el agua había rascado grano a grano durante miles de años. Cuando dejamos la cueva, hicimos el recorrido que ella hace, pero por fuera de la misma, así el día terminó en la Cueva del Gato, que es la salida opuesta a la del hundidero. Allí pudimos secar el material y compartir nuestra última comida cansados y satisfechos por el fin de semana que habíamos pasado. Desde allí el coche nos llevó de nuevo a Cortes de la Frontera, donde terminó el periplo.

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