A veces, cuando más tranquilo estás, cuando piensas que el día ha pasado y que lo único que hay que hacer relajarse y dejar que llegue mañana, te llevas las sorpresas más grandes y fantásticas y acuden a ti enseñanzas sabias y profundas.
No hace mucho tiempo que estaba en casa viendo la televisión, echaban un documental sobre África, en él se mostraba cómo los habitantes de Burkina Faso recogen el algodón entre el calor y la miseria a la vez que viven en la más absoluta pobreza que se puede imaginar en una mente occidental como la mía. Realmente estaba haciendo tiempo esperando a que viniesen unos amigos, teníamos pensado reunirnos para tomar algo y charlar. Era sábado por la noche y la pretensión no pasaba de dejar pasar el tiempo de la forma más agradable posible, sin preocupaciones y en buena compañía.
El primero de los citados llegó, era Khamal, un marroquí más joven que yo que siempre está animado y con ganas de charlar. Lo primero que hizo cuando me vio frente al documental fue cambiar el canal de la televisión de forma distraída y poner en el aparato el resumen de la jornada de fútbol. Le increpé por el gesto y lo que me pareció un ataque. Me miró sosegado y de la manera más tranquila que me pueda imaginar me dijo: “¿todavía te crees todo lo que dice la televisión sobre África?” Yo no podía creerme lo que estaba viviendo, ¿cómo un marroquí, alguien que había vivido media vida bajo una dictadura y ajeno a lo que pasa en el mundo me podía a mi dar lecciones de manipulación, me podía decir que nos sabía lo que estaba viendo? Al ver mi cara y la preocupación reflejada en ella simplemente dijo: “Estoy cansado de ver la imagen de África que se transmite en Europa y en los documentales que hasta aquí nos llegan, es una imagen de un continente pobre, de recursos mal gestionados, caótico, peligroso, sin moral ni justicia, no tenéis ni idea, yo veo África como el continente más bonito que existe, es alegre, la gente no es tan miserable ni tan humilde como la estereotipan en Europa”. Me parecían solamente palabras sacadas de la añoranza de pasar mucho tiempo fuera de casa, seguí sin escucharle y apagué la televisión. Ya habían llegado casi todos.
Unos días después reflexioné sobre lo ocurrido y me di cuenta de todo. Khamal tiene razón, ¿acaso la televisión me da la visión de lo que los africanos me cuentan que es áfrica? ¿Acaso los medios de comunicación me devuelven lo que yo he visto que es África? ¿No hay bares allí ni casinos ni grandes edificios? ¿No existe un arte africano?…
África es bonita, si no te lo crees vete a verla.